SlutCelebration – Relato 01_Hotel_Aeropuerto_CDMX
- Jose_31 años_CDMX
- 4 sept
- 3 Min. de lectura
Hotel en el aeropuerto (3 de septiembre, 2025)
Llegué con la Barney bolsa cargada de juguetes: el dildo grueso, el largo, los poppers English blancos, lubricante espeso de fisting. Desde el Uber le mandé mensaje, y él me dijo: “Cuando llegues la puerta va a estar emparejada, solo entra”.
Subí directo al 2002. La puerta estaba casi cerrada, y al empujarla descubrí la escena: ahí estaba él, sentado en la orilla de la cama, la verga bien dura, viéndome con esa mirada de:
“te voy a hacer todo lo que quiera”.
El hotel olía fresco, todo demasiado limpio y frío por el aire acondicionado. Esa mezcla me puso nervioso y caliente a la vez. Lo primero que escuché fue su voz firme:
"Híncate y trágatela toda."
Me arrodillé y obedecí. Apenas sentí la verga venuda en mis labios, me agarró la cabeza y me la hundió hasta la garganta. No me dejó opción: tenía que tragármela entera. El olor era fuerte, sudor de un día largo caminando por la ciudad, pero eso me prendió todavía más. Tosí, escupí, respiré, y seguí. Cada vez que intentaba tomar aire, él me jalaba de nuevo contra su pelvis.
Me empujó para que pusiera mi culo sobre su cara como en un 69 improvisado, pero lo que quería era más: mientras me cogía la boca, escupió en su mano y me metió los dedos por el culo. Primero uno, después dos. Yo gemía entre la verga y la falta de aire, rogándole más. Su cara me miraba directo, con placer y con esa mirada que iba de sorpresa a animalidad, disfrutando ver cómo me abría.
"¿Te gusta, putito? ¿Querías verga? Pues ahora aguántala."
Me levantó las piernas y me la metió de golpe. Sentí la verga de 0 a 100, llenándome por completo. Cada embestida me abría más. Mientras me cogía, empezó a meterme los dedos también, hasta llegar al tercero. Mi culo estaba apretado, lleno, vibrando entre placer y dolor. Le di a los poppers y lo único que podía hacer era gemir más agudo, abrirme más, entregarme.
Cuando llegó a cinco dedos, sacó la verga de golpe. El sonido del lubricante y mi culo vacío llenó la habitación. Con la mano llena de lube espeso empezó a entrar poco a poco hasta que su puño entero me abrió. Grité de placer. Él me cogía con la mano, entrando cada vez más profundo, la muñeca, el ritmo cada vez más rápido. Yo pujaba de placer, el cuerpo temblando, hasta que no aguanté más y me meé del gusto.
"Eso, meate, putito, si quiero hazlo."
Sus palabras me quemaban por dentro. Yo gemía, me rendía a su control. Sacó la mano y me penetró con la verga otra vez, más duro que antes, hasta venírse dentro de mí.
"Ahí te van todos mis hijos."
Sentí el calor llenándome, la leche rebosando dentro, mezclándose con cada embestida. La batía con su verga gruesa y yo solo podía gemir. Me puso de espaldas, la cabeza colgando de la cama, y me la metió en la boca hasta el fondo, todavía cubierta de su leche. Mientras me cogía la garganta, me jalé con la otra mano hasta explotar en chorros, temblando, exhausto, cubierto de mi propio semen.
Me quedé ahí, sudado, la piel erizada por el aire frío, el cuerpo vibrando de placer. Exhausto, temblando, satisfecho. Solo podía pensar en repetirlo, en cunado volvería de Los Ángeles para dejarme usar a su antojo una y otra vez.

Jose 30 años CDMX

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